El grupo de Geofísica del Observatorio del Ebro-Universidad Ramon LLull y el Grupo de Análisis de Situaciones Meteorológicas Adversas de la Universidad de Barcelona han participado en un estudio liderado por el Centro Alemán de Investigación en Geociencias (GFZ) y publicado en la revista científica más prestigiosa del mundo, Nature. El estudio investiga pares de eventos de inundación o sequía que tienen lugar en la misma zona pero que están separados por unos pocos años. Se demuestra que las sociedades, tras el primer evento, tienden a disminuir su vulnerabilidad, pero los cambios aplicados no son, en general, suficientes para hacer frente a eventos sin precedentes.
Las inundaciones y las sequías pueden causar graves daños y van en aumento en muchas partes del mundo. El impacto de estos peligros naturales puede reducirse mediante una gestión adecuada del riesgo si se conocen las causas del aumento de los daños. Sin embargo, esto se ha visto obstaculizado hasta ahora por la falta de datos empíricos.
Un esfuerzo de colaboración internacional a gran escala por parte de investigadores de la Asociación Internacional de Ciencias Hidrológicas (AICH), dirigido por Heidi Kreibich, del Centro Alemán de Investigación en Geociencias (GFZ), ha permitido extraer importantes lecciones de acontecimientos pasados. Se recopiló y estudió un conjunto de datos único de dos sucesivas inundaciones o sequías extremas en la misma zona. Se estudiaron regiones con grandes diferencias en la estructura de la población y en las condiciones socioeconómicas, climáticas e hidrológicas de todos los continentes. Los análisis confirmaron la hipótesis de que una gestión adecuada de los riesgos contribuye en general a reducir los daños.
Pere Quintana Seguí, investigador del Observatorio del Ebro, ha colaborado en el estudio, junto con María del Carmen Llasat, de la Universidad de Barcelona, comparando las sequías de 1986-1989 y 2004-2008 en Cataluña, que afectaron especialmente al sistema Ter-Llobregat. La primera sequía tuvo un gran impacto y estimuló una serie de mejoras que redujeron la vulnerabilidad de la sociedad catalana ante estos eventos. Se construyeron nuevos embalses, se elaboraron planes de gestión de la sequía y se actualizó la legislación para facilitar un mejor seguimiento y una actuación mucho más eficaz. Durante el segundo evento, también se creó la planta desalinizadora de Barcelona y se aumentó el número de pozos disponibles para aprovechar mejor las aguas subterráneas en caso de emergencia. A pesar de la gran reducción de la vulnerabilidad, el segundo evento fue más intenso que el primero y las mejoras aplicadas no fueron suficientes para reducir el impacto respecto al evento anterior, por lo que el impacto global aumentó, en línea con lo ocurrido en la mayoría de los casos analizados en el estudio. Así pues, las políticas de adaptación deben ir más allá de los extremos del pasado, especialmente en un contexto de cambio climático.
Al analizar todos los eventos emparejados estudiados en este trabajo, vemos que es especialmente difícil reducir el impacto de eventos extremos cuya magnitud no se ha visto en el pasado en la zona afectada. Pere Quintana lo explica con dos factores. En primer lugar, las infraestructuras, como las presas y los embalses, tienen un límite superior de diseño hasta el que son eficaces, pero una vez superado el umbral, dejan de serlo. En segundo lugar, la gestión de riesgos suele introducirse o ajustarse de forma reactiva después de grandes inundaciones y sequías, mientras que las estrategias proactivas y anticipatorias son poco frecuentes. La razón de este comportamiento se debe en parte a un sesgo cognitivo relacionado con la rareza y la singularidad previa de estos eventos extremos, así como a la naturaleza de la percepción humana del riesgo: es más probable que se esperen en el futuro eventos que uno mismo ya ha experimentado en el pasado.
Sin embargo, también se examinaron dos historias de éxito, en las que los daños fueron menores a pesar de una mayor peligrosidad en el segundo evento. Una de estas historias es la de Barcelona, considerada una ciudad ejemplar por las Naciones Unidas por su capacidad de recuperación ante las inundaciones. En este caso, se compararon los episodios de inundaciones pluviales del 21 de septiembre de 1995 y del 6 de septiembre de 2018. Fueron precisamente los sucesos de 1995 los que dieron el pistoletazo de salida a las mejoras que se llevaron a cabo con el Plan Integral de Saneamiento de Barcelona y la construcción de 15 depósitos de agua de lluvia con una capacidad de 477.020 m3. Se identificaron tres factores de éxito: una gobernanza eficaz de la gestión de riesgos y emergencias, una elevada inversión en medidas estructurales y no estructurales, y la mejora de los sistemas de alerta temprana y control en tiempo real. María del Carmen Llasat afirma: "Creemos que la aplicación de estos factores de éxito puede contrarrestar la tendencia actual de aumento de los daños por eventos extremos en condiciones de cambio climático."
Cita del artículo: Kreibich, H., Van Loon, A.F., Schröter, K. et al. The challenge of unprecedented floods and droughts in risk management. Nature (2022). https://doi.org/10.1038/s41586-022-04917-5.